La leyenda del niño bestia
Una noche cualquiera del barrio Antonio José de Sucre, en la ciudad carabobeña: Valencia. Bajo las sábanas se escondÃa un niño con la tez pálida por el pavor del monstruo cercano.
En realidad, todo aquello estaba en su cabeza, decÃa la madre para consolarlo; sin saber que en realidad el niño tenÃa sueños premonitorios (visiones del futuro).
El niño recordaba con ansias las palabras de su mamá, ya que ella no estaba en la casa. El niño no temÃa a la soledad, sino al silencio eterno; con el televisor prendido y la radio a tope, el niño trataba de conciliar el sueño. Pero como cualquier dÃa en la vida de un venezolano, una oscuridad infinita, producido por la negligencia administrativa, arrasó toda la ciudad (quizás el estado o el paÃs entero).
El niño corre hasta la cocina para encender la vela con el yesquero que estaban en los gabinetes dónde siempre lo guardaban. Sin embargo, el niño sintió un escalofrÃo en la espina dorsal, no estaba sólo o quizás nunca lo habÃa estado.
Con las manos temblando, intentaba encender la vela con el yesquero, pero no servÃa. La planta eléctrica de su vecina empezó a sonar, ahà nota que las ventanas estaban abiertas.
La luz de la luna inmaculada, le dio la oportunidad de ver a la bestia que tenÃa enfrente. Una sombra de color morado, largos brazos que se arrastraban por el suelo, piernas de animal, unas cuencas vacÃas y un hocico de toro oliéndole el miedo.
El niño se habÃa dormido, ahora estaba en el mundo onÃrico o espiritual; con una punzada en la cabeza ciega todo. Todo es oscuro. El niño logra tener la visión desde el cuerpo del monstruo; el cual decidió comerse su cuerpo.
Atrapado sobre los pensamientos y decisiones del demonio, le toca ver dÃa a dÃa el monstruo quitarle los ojos para colocarlo sobres sus cuencas eternamente vacÃas, y sin dejar rastros. Sin embargo, este no sabe si él serÃa el monstruo.
Al dÃa siguiente su madre consigue con los créditos de una pelÃcula de disney con un programa radial matutino de fondo. Frente al televisor se encontraba el cuerpo frÃo bajo las sábanas.
